martes, 8 de diciembre de 2009

No se duerma en el metro!!

Este artículo fue publicado en una revista del Distrito Federal hace ya algunos años por un columnista  de un periódico local. Su relato transcurre en la terminal Barranca del muerto, una de las estaciones del metro más profundas de esta ciudad. Supuestamente, aunque el relato esta referido en tercera persona, el periodista fue el  protagonista. Aunque nos podría parecer curioso, en los interiores del metro, similar a esta historia, se cuentan muchas otras, referentes a lo que los trabajadores llaman "hombres rata", pero que en realidad son una especie de vampiros, conocidos como "vampiros nómadas".

La historia comienza así:

"¿Tú has sabido qué le ocurre a las personas que se quedan dormidas en los vagones que siguen avanzando después de la última estación?".


"La verdad, no"- repuso el compañero.


"Yo sí lo sé", continuó Arturo. "esto que te voy a

contar no es un cuento, te pido que me lo creas, por tu bien.


Nunca lo repetiré ante ustedes".


"Fue hace justo un año. Serían cerca de las once de la noche y salía yo del trabajo después de un día durísimo. Tomé el Metro en la estación Hidalgo, y me dirigí hacia Tacuba.


Ahí transbordé hacia Barranca del Muerto. Ya a esa hora, el Metro va casi vacío. Cerca de Tacubaya me quedé dormido.


El tren llegó sin duda a la terminal, sin que yo despertara.


No oi la distorsionada voz de advertencia que sale del sistema del sonido, ni el insistente pitido del silbato electrónico que anuncia las paradas.


Después unos segundos después, cuando ya el vagón se dirigía hacia el inquietante tunel que con- tinúa el trayecto, alcancé a ver el letrero y la insignia de mi estación de destino la cual quedaba atrás. Con preocupación y fastidio, pude ver que no iba solo. Unos asientos más

adelante iba un tipo viejo y desastrado, en evidente estado de ebriedad que seguía dormido, y cabeceaba con cierto ritmo. Pensé que quizá este tren cambiarla de vía y regresaría por el mismo trayecto en unos momentos más. Pero no fue asi. "El vagón siguió adelante, se desvió hacia la derecha y después de avanzar varias decenas de metros, hizo alto en un

lugar totalmente oscuro.

El motor se detuvo y lo mismo la ventilación. El silencio más absoluto cayó sobre nosotros. Fue entonces cuando las luces se apagaron. Ahí, empecé a sentir algo de miedo.


Habla un poco de claridad, proveniente de la parte posterior del túnel. Por fortuna, traía mi ¡interna de bolsillo y además ésta tenía pilas. Me paré y me dirigí a mi aún dormido compañero de tribulación. Me acerqué a él y lo sacudí por el hombro. Me preguntó qué pasaba y rápidamente le expliqué nuestra situación. Respondió con una

imprecaución y puso su rostro contra la ventana a tratar de ver dónde nos hallábamos.


Me di cuenta que este vagón se quedaría ahí toda la noche, por lo que me dispuse a tratar de forzar una de las puertas.


Era inútil, me convencí que sólo saltando a través de una de las ventanas podría salir del carro. Fue entonces cuando oí un ruido en el techo. Algo cayó encima del vagón y recorría el techo. De pronto, se escuchó un ruido en el otro extremo del carro. Di- rigí el haz de mi linternita y pude ver una sombra que caía al suelo después de haber entrado por la ventana. "¡Vaya, al fin!.. ¡oiga,

necesitamos que nos ayude a salir! ". No hubo respuesta. El borracho fue más directo avanzó hacia el intruso y lo tornó de la ropa. " ¡Sáquenos de aquí!.. ¡Esto es un atropello, malditos burócratas!"...


El extraño no respondió, sólo levantó una mano. "A la luz de mi linterna pude ver que era blanca corno la harina, delgada y fibrosa, y con unas larguísimas uñas que semejaban garras. Como un

rayo esa mano rasgó la garganta del pobre vagabundo. Fue entonces cuando vi el rostro del ser que tenía enfrente. Pálido, calvo, con enormes ojos amarillos, orejas largas, una nariz grotescamente respingada con dos protuberancias camosas en la punta. Vi cómo abrió la boca llena de dispares y puntiagudos dientes, que pronto recibió el borbotón de sangre que salía del

pobre pasajero.


Fue en ese momento cuando recibieron mis narices la patada del nauseabundo olor que despedía esa criatura. El espectáculo y el olor me hicieron de inmediato vomitar.


En medio de las arcas de la basca, escuché otro ruido metálico detrás de mí ¡Alguien más entraba al vagón por otra ventana! No esperé un segundo más. Me lance hacia el primer intruso que aún se cebaba en su víctima, y derribándolos a ambos sin duda, intente lo inesperado de mi reacción, llegué a la ventana por donde había penetrado el primer monstruo.


Escuché un forcejeó detrás de mí, con el que sin duda mi invisible perseguidor se abría paso también entre la pareja victima-victimario que se interponla entre nosotros.


Salté fuera del vagón y logré caer en el suelo sin dislocarme siquiera un tobillo. Emprendi la huida, como un poseso, hacia el extremo iluminado del túnel. Detrás de mí se dejaba oír un jadeo

que acompañaba ritmicamente a un penetrante chillido.


"La luz aumentaba poco a poco. Sentía que mi perseguidor rápidamente iba descontando ventaja. Decidí voltear la cabeza... y quizá eso sea lo que más me ha desgraciado la vida de toda

esa experiencia. Vi un ser similar al que habia despedazado al pobre ebrio en el vagón, nada más que éste mostraba una regocijada sonrisa idiota. En la penumbra del túnel, veía su tez, amarillo limón, y su larga frente con que se relamia con anticipación.


Por fortuna, de frente llegaba otro tren de vagones del metro. Salté a su paso y alcance la parte central del túnel. Mi perseguidor no quiso hacer lo propio. Recorri los últimos metros que me separaban ya de la iluminada estación. Al llegar a ella, subí al andén. Justo a tiempo. Unos metros atrás la criatura, que se habla desplazado por el techo del túnel, asida de sus largas garras, tanto de manos como de pies, cayo detrás de mí, y alcanzó a lanzarme un zarpazo a la pantorrillña". Arturo nos mostró la cicatriz, que aun dejaba ver las huellas de una prolongada infección que apenas habla sido dominada.


"Y en el andén, emprendi la carrera hacía la calle. No me detuve hasta llegar a mi departamento, donde atranqué la puerta y me refugié en un garrafón de mezcal.


"Me expliqué por qué, en los talleres del Metro se trapea y se friega con tanto esmero el piso de los vagones todas las mañanas. ¡No se duerman en el Metro, Si lo hacen, corren el peligro de, por

lo menos, no volver a poder dormir nunca más con tranquilidad." 

2 comentarios:

  1. excelente historia

    ya habia yo escuchado, una historia igual, de el esposo de una amiga, que se quedo dormido
    y lo persigui una criatura igual, el pobre hombre jamaz viaja en metro despues de las 6 de la tarde

    saludos chicos

    ResponderEliminar
  2. una amiga q trabaja en el seré de intendencia en la Linea 7 me contó q ase como un año aya x el 2012un compañero de ellos relata q siendo el último turno escucharon a un trabajador de mantenimiento del metro gritando euforico diciendo hay biene en la desesperación solo pudieron observar q el trabajador salto a los transformadores y con la explosión se alcanzó a ver una figura extraña q soltó un chillido aturdidor q los tiro en un estado de parálisis perdieron el sentido al dia siguiente se informo q el trabajador falleció lamentosamente x una averia en el sistema de los tableros de fuerza y control lo extraño es q el no era electricista si no mecánico q trabajas con un ottomotor de la estacion no de indago mas en el asunto y dice q el encargado desapareció diciendo q lo avión jubilado ala edad de 38años

    ResponderEliminar